... Este jardín silencioso tiene aire de cementerio visto desde fuera; sus árboles, inmóviles y lejanos, parecen pintados en el cielo. En este paseo están las cuatro fuentes unánimes y gemelas echando agua en las tazas con gran puntualidad a través de los años, muestra artística de la buena época en Madrid, de la escultura y arquitectura, que hoy, en esta época prosaica y de mal gusto, son verdaderos monumentos. En las barracas de viejo hay muchos rebuscadores de láminas y libros que se llenan los bolsillos de rollos y tomos. En los estantes se ven apretados y empolvados los libros; recostada en ellos hay una escalera para alcanzar los de las últimas filas. El dueño de esta barraca viste un largo delantal amarillo; es vegetariano y ateo; tiene gran fuerza y agilidad; lleva la cabeza al descubierto y rapada, lo mismo en verano que en invierno, y los pies desnudos; mira los tomos muy de cerca con los gruesos cristales de sus gafas y trepa por la escalera como un mono, bajando y subiendo libros, que limpia a zorrazos, levantando nubes de polvo, dando chillidos al enfadarse con la demás dependencia y poniéndose encarnado por la cólera. Aquí están los tomos del Semanario Pintoresco, de este venerable y romántico periódico ennoblecido por los artículos de costumbres de Mesonero Romanos y por los dibujos de Leonardo Alenza, reproducidos en madera por Batanero y Castilla; sus números tienen la letra clara y magnífica, como los de una crónica antigua. El Museo Universal, con numerosos grabados de Ortego. La Ilustración de Madrid, con dibujos de Valeriano Bécquer; los dos tomos de los Españoles pintados por sí mismos, con la portada de Lameyer, imitador de Alenza; las numerosas ediciones del Quijote de Ibarra, de Sancha, de Piñuela; las novelas de viajes y aventuras de Julio Verne y Walter Scott; las Aventuras de Robinsón Crusoé los Viajes de Gulliver y la novela Sin Familia, de Héctor Malot, publicada en los tomos de la Amenidad, de este simpático y curioso periódico. También se ven algunos tomos de Gil Blas, periódico agresivo, con valientes dibujos de Ortego y litografías de Perea; en muchos de sus números leemos algunas advertencias de haber sido prohibido el texto y caricaturas, por el gobernador. De su lectura se saca en limpio que la política, en España, siempre ha sido una merienda de negros. ¡He aquí! -dice un bibliófilo- un libro de mérito sacado de un estante con grandes huecos y desordenado, en el que los compradores parecen haber entrado a saco; un tomo de mucho tamaño, con cubiertas de pergamino amarillo, al salir ha hecho derrumbarse a otros volúmenes; se cala las gafas que antes ha limpiado con un pañuelo sucio y desata sus cuerdas de tripa con que se cierran sus tapas; lo primero que hace es llevárselo a la nariz y huele un buen rato su olor a humedad. Al abrirlo se encuentra con un esqueleto grabado en madera que llena toda la hoja del libro; está apoyado en un palo y conserva su calavera una mueca de rabia; ... José Gutiérrez Solana Madrid, escenas y costumbres, segunda serie (1918) |
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